El kumite
Extracto del libro “EL CORAZÓN DEL KARATE-DO”- por Shigeru Egami (1974)
El combate de entrenamiento (kumite) es la forma de práctica que tiene el mayor atractivo tanto para el principiante como para todos aquellos que tienen algún interés en karate. Todo el mundo quiere empezar a practicar el combate lo más pronto posible, y es por esta razón que practican los fundamentos asiduamente. En mi caso, no puedo olvidar la sensación de euforia que sentí la primera vez que se me permitió practicar kumite.
Tal vez el espíritu de lucha sea innato en los seres humanos, pero sea esto cierto o no, la sensación es bien conocida. Cuando te enfrentas a un oponente, casi no puedes estarte quieto, la sangre fluye hacia tu cabeza y el corazón se te acelera, te sientes como un gallo de pelea deseando lanzarse a la lucha, con el ceño fruncido en un gesto feroz para intimidar a su oponente, poseído por el espíritu de lucha.
De todos modos, cuando a uno finalmente se le permite practicar kumite, siente que por fin va convertirse en un autentico karateka. La felicidad no tiene límites.
En los comienzos del karate moderno, la práctica se concentró en el kata y entrenar con el makiwara (poste de golpeo), se puso el énfasis en formar el espíritu a través del entrenamiento del cuerpo. Parece ser que el kumite comenzó con la selección y la práctica de determinadas técnicas de los katas. Primero fue revelado por Gichin Funakoshi y después se adoptó como una forma de practicar. Parece que los maestros del dojo cuando, un alumno se alcanzaba un gran dominio del kata, le enseñaban kumite, pero sólo con carácter individual y en gran secreto.
Por lo tanto, el kumite era originalmente un método de práctica, no un sistema pensado para decidir quién vencía o era derrotado. Se practicaba sólo para confirmar si un golpe o un bloqueo era efectivo o no. Aunque el karate es una técnica de combate, el kumite no es el combate real y tampoco se trata de una competición.
En la antigüedad, lo que hoy llamamos una competición era una lucha a muerte. Para el hombre que buscaba el verdadero camino del guerrero (budo), una “competición” significaba que los dos combatientes luchaban hasta que uno de ellos caía muerto. No fue hasta que el estilo occidental de competición se introdujo en Japón, que la competición no adquirió su forma actual.
El maestro Funakoshi decía que “no hay competición en karate”. El significado de estas palabras en sí ha cambiado mucho, pero aún así, con las reglas actuales, es difícil elegir al ganador. Tal vez las reglas y como se realicen las competiciones cambiarán en el futuro, y creo que sin duda debería ser así, no obstante mi opinión es que no se deben realizar competiciones ni concursos.
Aunque no se conoce la fecha exacta, fue durante la década de los 30 cuando el “combate preestablecido” (Yakusoku kumite) se creó, se desarrolló y llegó a ponerse en práctica en el dojo. El “combate libre” (Jiyu kumite) se desarrolló unos años más tarde. (Pero recuerdo, sin embargo, que cuando fui a Okinawa en 1940, no vi kumite, de hecho, me enteré de que algunos karatekas habían sido expulsados de sus dojos porque habían adoptado el kumite después de haberlo aprendido en Tokio.)
Hay tres tipos de combate preestablecido. Primero se desarrolló el encuentro a cinco ataques (gohon kumite). El atacante lanza cinco golpes consecutivos al defensor, previamente se debe haber establecido si estos serán a nivel alto o nivel medio. Cuando se comenzó a emplear este tipo de combate se vió que la superficie del dojo era pequeña ya que los movimientos de avance y retroceso necesitaban mucho espacio.
El siguiente en desarrollarse fue el combate a tres ataques (Sanbon kumite). Ahora el defensor no solo debía bloquear los ataques si no que debía conseguir al mismo tiempo que su oponente temiera el bloqueo a sus ataques ya que también le podía hacer daño a él. El defensor debía saber cómo detener uno tras otro los ataques de su oponente, y éste, estudiar la manera en que sus golpes no fueran detenidos, para ello podía lanzarlos lentamente o rápidamente, así como introducirse en la defensa de su oponente.
El sanbon kumite, así ejecutado, puede llegar a ser prácticamente un cuerpo a cuerpo, y no hace falta decir que aquel que ha practicado más o lleva más tiempo practicando karate, inevitablemente, mostrará los resultados de su práctica (y viceversa). En esta situación, será el más duro el que tendrá ventaja. Como es de esperar, las técnicas de golpeo y bloqueo varían muy significativamente de las que nos muestran los katas. El Sanbon kumite correctamente practicado no tiene porque convertirse en una pelea, pero hay personas que practican de esta manera, incluso ahora. Es extraño que no se den cuenta que esto no es natural.
Una vez que brazos, piernas y caderas se habían reforzado y el sanbon kumite practicado a fondo, lo siguiente que se practicaba era el asalto a un único ataque (ippon kumite). Aquí la actitud es diferente, de antemano se decide quién será el agresor y quién es el defensor y si el bloqueo será a nivel superior o a nivel medio. Mientras que el atacante intenta encontrar una abertura en la defensa, el defensor trata de no mostrar ningún resquicio en su defensa. Ambos adoptan una posición baja y vigilante, es decir, esperan a que el otro muestre signos de cansancio. La postura es cansada, pero es más fácil abalanzarse y atacar desde una posición baja. Por otra parte, una posición baja muestra un blanco pequeño.
Hablamos con mucha facilidad de buscar una apertura, pero ¿qué es realmente una apertura?. Cualquiera que sea el tipo de kumite, cuando dos adversarios se acostumbran el uno al otro, van a aprender a controlarse mutuamente, y será muy difícil encontrar una apertura en sus defensas, por lo que será difícil poder dar un golpe decisivo. Una situación posible sería esta, uno de los contendientes se propone lanzar un ataque que sea el golpe decisivo, ya que quién consigue ejecutar un golpe decisivo es el ganador. Pero su oponente en su intento por evitarlo se empleará a fondo, la tensión aumentará y la sesión puede convertirse en un frente de batalla, donde los golpes y bloqueos se lanzan salvajemente sin tener en cuenta los fundamentos o el kata. Ya no es un combate preestablecido, se ha convertido en un combate libre —o para ser más exactos, una pelea sin reglas.
Si el kumite es entre contendientes de similar nivel, el resultado no será demasiado grave, pero en el caso de que un principiante se enfrentara a un karateka avanzado, puede ser mucho más serio. En el choque de carne contra carne, hueso contra hueso, el dolor puede ser extremo. Podríamos decir que es una forma de tortura o un bautizo de dolor. Aún así, el kumite fomenta el espíritu de lucha.
Para disminuir el dolor, se practicaba con asiduidad en el makiwara. Se trataba de aumentar la velocidad de los golpes y también se entrenaban los brazos golpeándolos repetidamente contra un objeto duro. En otras palabras, se sometía al cuerpo a todo tipo de torturas para disminuir el dolor del contacto.
Hoy en día, estamos practicando un único tipo de combate preestablecido, el combate preestablecido a un único ataque (yakusoku ippon kumite), ya que, con el cambio en la forma de golpear, no es posible practicar cualquier otro combate preestablecido. El Jiyu kumite es también innecesario ahora. La importancia real del kumite se encuentra en el contexto de la práctica y esto se puede comprender de forma natural.
La forma actual de kumite no ha cambiado respecto a la anterior en tanto en cuanto un golpe se puede bloquear de varias maneras distintas, el cambio se ha producido en la manera de golpear, ya que ahora, un hombre puede dañar su oponente incluso si el golpe no le impacta de lleno. Esta es la diferencia fundamental, ahora sí se requieren técnicas efectivas de defensa. Nos dijeron que nuestros golpes debían perforar el cuerpo de nuestro rival, pero en realidad lo que hacíamos era detener nuestros golpes justo antes de entrar en contacto con el cuerpo de nuestro oponente, por lo que el bloqueo era prácticamente innecesario. No hay necesidad de practicar técnicas de defensa si la manera de golpear es ineficaz. Es, por así decirlo, una cuestión de forma, o de movimiento.
Esto no debe interpretarse en el sentido de que considere que no
se practicaba con gran seriedad. Pero creo había muchas contradicciones en la manera antigua de entrenar y que debemos superarlas todas, y estudiar a fondo la forma eficaz de golpear y de bloquear esos ataques. Si alcanzamos a comprender esto, a continuación, es evidente que el kumite cambiará.
En la práctica, cuando nuestro oponente nos lanza un golpe, deberemos habernos movido en ese momento. Hacerlo después de haber visto su movimiento es demasiado tarde, y por otro lado, un movimiento en falso por nuestra parte está fuera de lugar, porque el golpe de nuestro oponente será letal. Para poder movernos simultáneamente con el ataque, debemos sentir la intención de nuestro oponente.
Uno de los métodos de entrenamiento para aprender a ver la intención de nuestro oponente, ya sea en kihon (fundamentos) o en kata, es practicar bajo el control de un entrenador, aprender a moverse bajo sus órdenes. Cuando la orden haya acabado de salir de los labios de nuestro entrenador, ya deberemos de haber concluido nuestro bloqueo. Cuando se da la orden, ya deberemos estar en movimiento. Siendo lo ideal que hagamos la técnica de forma simultánea con la orden. (Hemos de hacer hincapié en el concepto de simultaneidad, es decir, en el instante exacto, al mismo tiempo.)
Para conseguirlo, deberemos estar siempre tranquilos, con la mente clara y plácida como la de un bebé. Pero no es una cuestión de usar o no la mente. Debemos movernos de forma natural sin necesidad de pensar en concentrar nuestro corazón y nuestra alma en la técnica. Con el tiempo llegaremos a concentrarnos sin necesidad forzarnos conscientemente a ello, entonces nos concentraremos de forma natural, sin pensarlo. Una vez alcanzada esta etapa, tendremos éxito en conseguir movernos simultáneamente con la orden.
A continuación, practicaremos a una cierta distancia de nuestro oponente de modo que ni el golpe ni el bloqueo puedan entrar en contacto. Dejaremos que nuestro oponente practique su golpeo mientras que nosotros practicaremos el bloqueo. Debemos repetir esto hasta que nos movamos al unísono. Por supuesto, deberemos intercambiar el ejercicio, mientras nosotros practicamos el golpeo nuestro oponente practicará el bloqueo.
En sentido estricto, este ejercicio no es una práctica real, por lo que poco a poco se debe cerrar la distancia para que el contacto sea posible. Así es como hemos de trabajar, pero sin olvidar que esto no es una competición. Estamos practicando karate-do. No se puede esperar a avanzar mucho si estamos preocupados en como ganar. El exceso de confianza viene de la victoria, y la vergüenza y la necesidad de actuar imprudentemente, de la derrota. No hay que pensar en ganar o perder, así si nuestro oponente tiene éxito en golpearnos, deberemos estudiar porqué el golpe fue efectivo. Para esto es la práctica. Y puesto que es importante preparar a las caderas y las piernas, practicaremos una y otra vez.
En la etapa siguiente, dejaremos que nuestro oponente ataque por la retaguardia. No debemos tomarnos esto como una broma. Elegiremos un momento tranquilo, sin gente a nuestro alrededor, y elegiremos a nuestro oponente de de manera que nos encontremos entre buenos amigos. Obviamente, para este tipo de práctica se requiere más sangre fría que cuando se enfrentamos a nuestro oponente de frente, pero va a contribuir a nuestra mente se concentre en la acción.
Si pensamos demasiado sobre el inicio del ataque de nuestro oponente, no seremos conscientes de sus movimientos. Sólo cuando nuestra mente está sosegada como un estanque tranquilo y estamos físicamente muy alerta tomaremos consciencia de los movimientos de nuestro oponente e incluso de su respiración de una manera natural. (Cabe mencionar que esta es una capacidad, no sólo de los seres humanos, sino de otros animales.) En este estado también, naturalmente, seremos conscientes de los cambios en la actitud y el humor de nuestro oponente. Este es el sentido de ser capaz de comprender o sentir, la intención de nuestro oponente.
Si nos colocamos detrás de nuestro oponente y tratamos de golpearle, naturalmente tratará de bloquearnos, pero obviamente nosotros podemos ver en todo momento sus reacciones con claridad. No hay que pensar en que movimiento debemos hacer. Esto es lo más importante. Ser naturales y movernos con naturalidad. No debemos tratar de ir contra la naturaleza. Nuestro propio cuerpo se dará cuenta de los movimientos de nuestro oponente, incluso si no podemos verlo.
Tras haber practicado con un oponente hasta el punto de poder sentir su movimientos con nuestro propio cuerpo, pasaremos a practicar con tres o cinco adversarios.
De pie en el centro, nos van a lanzar golpes sin previo aviso. La concentración de mente y cuerpo es de la mayor importancia, y debemos tener la mente absolutamente despejada. No existe la victoria ni la derrota, tampoco importa vivir o morir. Es la nada. Puede parecer difícil pero no lo es, solo nuestro prejuicio lo hace así.
Los antiguos maestros decían que cuando uno se enfrenta a un oponente debe estar preparado y dispuesto a morir, es decir, en un estado de ánimo tal en el que vivir o morir sea irrelevante. En este estado, no existirá antagonismo con el oponente, no hay victoria ni derrota, no se siente ni temor ni odio. Enfrentar al oponente con la mente despejada, el pensamiento no tiene ningún valor, solo la acción. Y es a través de la práctica como se llega a alcanzar y entender esto.
“Mantén tu mente tranquila pero actúa rápido.” Creo que estas son palabras apropiadas para un karateka. La mente debe estar sosegada, pero siempre en alerta, atenta a los acontecimientos y movimientos a su alrededor. Si no, no seremos capaces de hacerles frente, por ejemplo, estando rodeado por varios adversarios. Una mente que está tranquila y atenta, un cuerpo elástico y de movimientos rápidos: estos son los requisitos previos para todo karateka. Para alcanzarlo y desarrollarlo, se deben practicar todos los fundamentos y el kata. Con el dominio de éstos, se alcanzará el ritmo, el tiempo, la distancia, la respiración y el flujo de energía vital.
En el siglo XVII, el sacerdote, poeta y calígrafo de la escuela Rinzai Zen, Bunan escribió un poema que dice: “Cuando la muerte es la vida, la acción alcanza su perfección”. Comprender esto, y a aplicarlo en su práctica es lo espero que hagan.
El problema del espíritu es muy profundo. La elevación del espíritu, la ampliación y purificación del yo, es el objetivo último que se busca a través de la práctica. Se debe entrenar tanto el cuerpo como el espíritu o la práctica no tiene ningún sentido. Hay que esforzarse en eliminar las preocupaciones de la vida cotidiana. Sería como lavar las patatas para comerlas. Debemos eliminar la suciedad de nuestra mente para conseguir establecer un contacto espiritual con los demás.
Espíritu y cuerpo son como las dos ruedas de un carro. No se puede poner más énfasis en una que en la otra. Esta es la práctica correcta. Adquirir lo que es valioso en la vida, esa es la verdadera práctica.
Es con el contacto físico con otras personas, como se puede alcanzar el contacto espiritual con ellas. En la vida diaria, se llega a conocer a los demás relacionándose con ellos, influyéndose mutuamente, intercambiando ideas. Debemos respetar a los demás y ser amables con ellos. Un Budoka debe ser una persona equilibrada y siempre debe tener en cuenta la felicidad y el bienestar de los demás.
Esto es más fácil decirlo que ponerlo en práctica. Si tenemos una idea, hemos de ponerla en práctica inmediatamente, para eso es la práctica. Sin no podemos actuar, entonces o nuestra práctica ha sido insuficiente o bien tiene algún punto débil.
Nuestra intención debe ser obtener todo lo que podamos de la práctica, así que cuando llamemos a la puerta del dojo no debemos pensar en graduarnos. No existe algo así como la graduación, por lo menos no para una persona normal.
Como conclusión quiero decir que el Kumite es la búsqueda del karate como un arte de lucha hasta sus últimas consecuencias —pero en última instancia transcendiendo el combate. Entonces seremos uno con nuestro oponente.